jueves, 26 de abril de 2012

El sótano del primo Barto: Clásicos ilustrados

La fascinación por el horror de la sociedad humana es de tal envergadura que todas las generaciones parecen empeñadas en crear sus propios mitos. Evidentemente, no todos estos mitos pasan a formar parte del conocimiento colectivo, perdiéndose muchas creaciones terroríficas, que no supieron ser lo suficientemente horrendas o atrayentes. Las que si consiguieron quedarse, se fueron diluyendo lentamente hasta pasar de la ficción a ese extraño subconsciente colectivo en el que todo se mezcla y cualquier posibilidad debe ser tomada en cuenta.

Esta historia del horror que con el tiempo se vuelve familiar mezcla sin problemas historia y literatura, hasta crear un marco intermedio en el que el horror habita la duda. De este modo, por ejemplo, podemos señalar las figuras de terror de la Inglaterra Victoriana, un auténtico caldo de cultivo para lo espantoso. Figuras como Jack el destripador o Sweeney Todd se presentan hoy como figuras casi reales, protagonistas de una duda que nos gusta visitar para asustarnos. El caso de Jack el destripador puede estar más cercano a la realidad, pero es indudable que su leyenda y fascinación va más allá de un asesino anónimo que acabó con la vida de cinco prostitutas. Si nos referimos a Sweeney Todd, el origen del personaje es aún más enigmático, ya que no existen registros de la época de ningún barbero asesino promotor de la antropofagia, aunque si existen noticias por toda Europa, principalmente en España, Francia y Alemania, de barberos con sobresueldos generados por la comercialización de carne humana.

Quizás el origen de estas transformaciones, cuando no directamente creaciones, de personajes míticos anclados a la realidad se deba a la necesidad que tenemos de asustarnos de la forma más convincente, implantando el mayor de los horrores en la realidad. Repetimos una exageración tantas veces que al final somos incapaces de separar la historia de la leyenda.

Una de las recreaciones míticas de personajes históricos que más me ha atraído siempre ha sido la leyenda de la Condesa Elizabeth Bathory, a la que se presenta muchas veces como la primera asesina en masa de la historia moderna. Esta aristócrata, que vivió entre los siglos XVI y XVII en el antiguo reino de Hungría, se convirtió en la mayor leyenda negra de su país, hasta el punto de que se prohibió hablar de ella. Oficialmente, Elizabeth Bathory fue acusada y condenada a reclusión en su castillo por matar a 37 jóvenes para realizar magia negra, con rituales entre los que se encontraban baños en sangre de vírgenes.

La leyenda negra eleva la cifra a miles de muchachas, las cuales fueron torturadas sin límite y desangradas hasta morir. Lecturas actuales de algunos historiadores defienden que la caída de Elizabeth Bathory se debió simplemente a intrigas políticas de la época, ya que los enemigos de la Condesa se valieron de la fama que se había ganado como ama demasiado estricta con sus criados. En todo caso, Elizabeth Bathory, quien murió tras vivir unos años encerrada sin compañía en su castillo, pasó a engrosar las filas de esos aristócratas demoniacos, a los que podemos sumar al propio Vlad Tepes, conocido como Drácula; o a Gilles de Rais, un noble francés que tras luchar junto a Juana de Arco se interesó por la nigromancia y los sacrificios humanos.

Tras condenar a su familia al ostracismo y asustar a todas las niñas de Europa del Este, a Elizabeth Bathory solo le faltaba un paso para entrar en el panteón del horror, convertirse en una estrella de la cultura popular. Actualmente, Elizabeth Bathory protagoniza infinidad de obras, desde pesadillas en la que prácticamente es un demonio que se alimenta de presas vivas, hasta revisiones en las que se la presenta como una feminista culta y adelanta a su tiempo. Estas representaciones actuales de Elizabeth Bathory llegan a todos los medios, incluido como no el cómic, aunque a eso ya le dedicaremos un poco de tiempo la semana que viene.

Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta, de Pascal Croci y Françoise-Sylvie Pauly


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