jueves, 10 de mayo de 2012

El sótano del primo Barto: El demonio que no es ni bueno ni malo

Hace unas semanas dedicamos un artículo a esa concepción actual del cómic de terror que separa los elementos propios del género de horror y su finalidad de asustar o al menos causar intranquilidad y desasosiego en el lector. Esta utilización ya la vimos por ejemplo en los dos artículos especiales de Navidad, donde el horror se ponía al servicio del humor y la aventura. Aunque también es cierto, que la utilización del horror en ambas historietas se acercaba más a un barniz grueso (por cantidad, no por falta de calidad) que a una búsqueda real de romper el paradigma del género actual de horror. Al margen de este tipo de obras que se maquillan con el terror, existen otras que si llegan a pervertir la propia concepción genérica hasta conseguir hijos híbridos que muy bien no se sabe que buscan o provocan.

Un caso más que clásico de este proceder en el mundo del cómic es Spawn, el superhéroe oscuro obra de Todd McFarlane, el cual habita en una auténtica tierra de nadie al margen del cualquier género canónigo previamente establecido. Evidentemente, lo más fácil sería enclaustrar a nuestro querido Spawn en el género superheroico, aunque en tal caso partiríamos de la convención de la propia existencia del género de superhéroes. Esta duda daría para toda una serie de artículos al margen del cómic de horror, por lo que para resumir y alentar el debate de cada cual consigo mismo, sus amigos, su novia y su vendedor de cómics habituales, yo me limitaré a definir el género de superhéroes como una subdivisión del género de aventuras. En este momento dudamos, claro, pues si Spawn no es algo es un cómic de aventuras, y si lo es será meramente tangencial. Del mismo modo, Spawn no es una obra pura de horror, no solo ya porque nuestro protagonista sea el monstruo, sino porque el universo donde tiene lugar la acción, habitado por demonios de toda índole, no se presenta superior y demoledor para nuestros protagonistas.

Spawn es una rara avis y un quebradero de cabeza, ya que separa totalmente la finalidad genérica con los elementos visuales de dicho género. En Spawn salen capas (enormes) y demonios expulsados del infierno, pero ni por eso es un cómic de superhéroes y horror claro. Spawn demuestra lo difícil que es a veces clasificar las obras y colocarlas dentro de algún género concreto. En parte, esto es más culpa de la propia teoría de los géneros que del propio Spawn que se limita a entretenernos con sus cadenas y sus explosiones verdes.

Los géneros, desde mi humilde opinión, están construidos por elementos dispares, muchas veces organizados por los creadores a posteriori, quienes experimentan y convierten despuntes en auténticas tendencias. Después, el grado de pureza depende casi que del propio consumidor, que se complica más o menos organizando. Lo más sencillo sería decir que Spawn entretiene y por tanto cumple su misión, aunque eso me dejaría relativamente mal como divulgador. Debido a esto, mi respuesta última sería que ante Spawn nos encontramos con una obra de terror, ya que la mayoría de sus elementos pertenecen a dicho género, pero (siempre hay un pero) con una remarcable cantidad de elementos del subgénero superheroico, los suficientes para hablar de una creación mixta.

Al final, toda la culpa es de la postmodernidad, que se empeñó en jugar a ser Dios con la cultura, creando una infinidad de obras que rompen fronteras, estiran posibilidades y crean nuevas realidades; aunque todo esto con el coste de volver loco a quien venga detrás a estudiar y clasificar todo esto.


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