jueves, 21 de junio de 2012

El sótano del primo Barto: Celestiales caídos

Aunque lo lógico es presentar la moral como un dicotomía entre el bien y el mal absolutos, lo cierto es que en realidad vivimos en un mundo de grises difuminados. En el género de terror estos matices están menos presentes por lo general, ya que contamos normalmente con un monstruo, u otra fuente de mal, que no suele presentar variaciones dentro de una tendencia que se resume en el hambre de muerte y destrucción. Frente a esta criatura de mal puro se colocan las víctimas, que o bien practican una moral nívea o carecen de la misma, limitándose a recibir los ataques de la criatura y en alguna ocasión devolverle algún golpe.

Esta simplificación no tiene porque ser necesariamente mala, ya que la mayoría de las obras de horror están más centradas en la acción y en el miedo que en discursos morales o ideológicos, por lo que la poca profundidad discursiva no pretende más que hacer fluir la historia del monstruo y la víctimas. Aunque también es cierto que muchos autores señalan que el horror si tiene una moral intrínseca, salvo que su discurso es simple y muy conservador, condensable en un simple: no metas las narices donde no te llaman y desconfía siempre de lo desconocido o distinto, que suele ser fuente de contratiempos y peligros. Sin embargo, no vamos a quedarnos en este revisionismo ideológico, pues no cabe duda que la mayoría de los autores de obras de horror se han limitado a crear mundos al servicio del género y no al de una ideología concreta.

La simpleza ideológica en el género de horror es predominante, pero afortunadamente no exclusiva, ya que existen otras obras preocupadas tanto por trasmitir unas ideas más complejas y trabajadas como por transitar mundos donde la moral esté más difusa, no quedando muy claro donde termina el monstruo y donde comienza la víctima. Llegándose a establecer una confusión de los roles. Algo parecido a esto sucede en el cómic Vuelo de ángeles, ideado por la artista Rebecca Guay con los guiones de Holly Black, Bill Willingham, Alisa Kwitney, Louise Hawes y Todd Mitchell. Vuelo de ángeles es precisamente un paseo por la figura del ángel, aunque podría servir cualquier otra criatura fantástica, en el que asistimos a los claroscuros de un arquetipo que podría funcionar tanto como figura del mal puro como adalid del bien más noble.

Vuelo de ángeles cuenta con otros aciertos que hacen aún más notable ese análisis de los matices del monstruo. Para empezar, la autopsia de la criatura es realizada por otros seres fantásticos, lo que elimina al humano como jurado de lo sobrenatural, explicándose lo fantástico dentro de sus propias normas. El segundo acierto del cómic es precisamente como se lleva a cabo el análisis del ángel, ya que dicha prueba toma la forma de un juicio en el que diferentes criaturas cuentan historias y leyendas sobre los ángeles a fin de que uno de ellos decida si debe vivir o morir. La mera existencia de la duda entre vida y muerte coloca al ángel fuera de una dicotomía entre bien y mal, y le niega un transfondo único y inequívoco.

La obra ideada por Rebecca Guay, que realiza un notable acabado artístico, pivota entre el horror y la fantasía pura, colocándose en una tierra de nadie donde nadie nace monstruo, víctima o héroe, sino que mediante sus acciones, y las de su clase, uno debe ganarse un estatus propio, del cual puede llegar a depender incluso su vida.


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