jueves, 9 de agosto de 2012

El sótano del primo Barto: Viñetas dormidas dentro de viñetas

Hace unas pocas entregas hablábamos sobre la dificultad de desarrollar un horror basado en las sutilezas, más centrado en las insinuaciones y la desazón que en la percepción más real del peligro y el terror. Como vimos, El horror de Collier County era una obra quizás demasiado ambiciosa al mostrar una cantidad muy reducida de elementos, quizás por un exceso de confianza de Rich Tommaso en sus lectores, auténticos encargados de rellenar dichos huecos. Sin embargo, la obra a la que nos dirigimos hoy opta por el camino contrario, una amalgama de elementos yuxtapuestos y cambiantes de los que el lector debe sacar una lectura propia, ya sea mediante la ordenación, el descarte o cualquier otro sistema para dar orden a un aparente océano anárquico de elementos.

La obra a la que estamos haciendo referencia es Pereza, una novela gráfica de Gilbert Hernández, al que yo siempre había conocido como Beto Hernández, que junto a su hermano Jamie Hernández forman la pareja de hermanos más conocidos en el mundo del cómic indie y urderground de finales del siglo pasado, con obras como Palomar, de Beto, o Locas, de Jaime. La obra de los hermanos Hernández es una mezcla entre el underground en su vertiente punk con elementos desde el realismo clásico de García Márquez hasta la ciencia ficción de los años cincuenta del siglo pasado. Toda esta amalgama de referencias, además ha servido para dar una visión sobre el Estados Unidos de frontera, principalmente con las vivencias de los inmigrantes mexicanos.

Aunque Pereza va un paso más allá en la obra de Gilbert Hernández, ya que abandona la vida de los inmigrantes atrapados entre dos mundos para centrarse en las vidas de sus hijos adolescentes, norteamericanos de segunda o tercera generación que a pesar de apellidarse García son difícilmente separables del resto de jóvenes, habiéndose diluido su esencia mexicana o hispana. En cierta medida, Pereza trata de esto, de esto y de muchas cosas más. El protagonista aparente de Pereza es Miguel Serra, un joven que aparentemente debido al tedio vital se autoinduce un coma para despertar un año después de la misma manera, sin que esto responda aparentemente a nada más que la voluntad del chico. La historia cuenta con dos soportes más, Lita, la novia de Miguel, y Romeo, amigo de ambos, formando los tres la banda de música Pereza.

Inicialmente, Pereza puede parecer una historia más de la américa suburbana, con las típicas tramas de adolescentes dominados por la desidia y sin la menor ilusión por vivir, los cuales se agarran a fantasías imposibles para tratar de avanzar un día más. Eso lo vemos en el caso de Lita, obsesionada con las leyendas urbanas, especialmente las mexicanas como La llorona o el limonar maldito de su pueblo, donde habita un hombre-cabra capaz de intercambiar su alma con quienes se paseen por sus dominios de noche; o con Romeo, que sueña con convertirse en una famosa estrella de rock a cualquier precio.

Y en medio de todo tenemos a Miguel, que tras despertar del coma se ha vuelto lento, incapaz de seguir el ritmo del resto de la gente. La vida de los tres amigos cambiará después de ahondar en el limonar maldito y en la leyenda del hombre-cabra, lo que hará aflorar las tensiones entre los tres amigos. Aunque claro, esto es solo el principio de la obra de Gilbert Hernández, ya que a mitad de la misma asistimos a un cambio brusco que nos obliga a volver atrás algunas páginas y replantearnos muchas cosas, quedando en segundo término el tedio adolescente y tomando el protagonismo el terror a través de la propia identidad de cada uno. Pero ya esto es labor de cada uno, que tras leer el cómic decida.


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