sábado, 25 de agosto de 2012

Spain is Pain #65: Viñetas tóxicas y de dudoso altruismo.



Los noventa fueron un periodo bastante curioso en cuanto al panorama del cómic nacional se refiere tras el intento de revitalizar la revista Makoki con unos resultados notablemente penosos, El Víbora se mantiene como la única revista con una trayectoria larga y consolidada y en el horizonte no parecía que fuese a aparecer nada excesivamente rompedor o novedoso.

Sin embargo, estaba Subterfuge: el fanzine, la discográfica, la editorial de tebeos, etc. Si bien en el panorama discográfico tuvo un periodo dorado tras el cual abandono el cómic y el fanzine, origen primero de la discográfica. Este tenía desde sus inicios una clara orientación y querencia por el cómic, ya que formaban parte de la publicación como contenido habitual, así como especiales dedicados al cómic brutal que se suscribían bajo la etiqueta de lo que se llego a denominar como Línea Tremenda.

Los noventa, como dije, fueron convulsos y como decía el sabio “el milenarismo va a llegar” y fueron algunos de los comix editados por Subterfuge los que dieron el pistoletazo de salida a la cultura del apocalipsis española: un Miguel Ángel Martín ya consagrado publicaba constantemente en el fanzine hasta el punto de ser el responsable de la imagen corporativa de la marca, un primerizo Paco Alcazar, Enrique Lorenzana o Borja Crespo marcaban la pauta de lo que seria una forma de entender el cómic muy particular.

Pero entre todos los autores que publicaron en la editorial destaca uno por ser el que mejor encarna los valores (o la falta de estos) de la Línea Tremenda; se trata de Ladrón. Este desarrolla su visión del cómic en 5 álbumes: ¿Dónde están las tripas, Matarile? (Subterfuge Comix 1995), El hombre de los caramelos (Subterfuge Comix 1996 y La Tombola Comics / E.C.U. Editorial. 2003), La Mocopandilla (Subterfuge Comix 1998), Pandemonium (Subterfuge Comix 1999), y El hombre de los caramelos. Speedball (Subterfuge Comix 2000/2001), conteniendo este último el mismo material que el primer El hombre de los caramelos con alguna historieta extra.  

                        















En los comics de este autor nos encontramos con un universo sucio tanto en la descripción de ambientes y personajes como en las narrativas que se desarrollan en estos. En estas historias el autor no pretende dar ningún tipo de concesiones al lector por el tipo de violencia ejercida en estas. En la obra de Ladrón aparece una violencia desgarrada inherente a los espacios y los personajes descritos, es decir, personajes unidimensionales que se definen por la violencia que ejercen de manera indiscriminada única y exclusivamente por diversión. Personajes que disfrutaban del desprecio lúdico de la vida humana que hace que por momentos el Hitler=SS de Vullemin parezca una hermanita de la caridad.

Del trabajo de Ladrón destaca un dibujo excepcional al servicio de unas historias que tienen más que ver con el underground americano que con el cómic nacional y del que todavía hace gala en ilustraciones para Ruta 66, en la que cada mes publica una ilustración de alguna leyenda musical, no hay que olvidar que la obra de este autor esta fuertemente influenciada por la música, todos sus tebeos están cargados de referencias musicales.

A estas alturas del siglo XXI se hecha de menos los comix de Ladrón, porque quizás no fuese el mejor autor de ese periodo, ni sus historias fuesen a cambiar el lenguaje del noveno arte, pero si tenían y siguen teniendo frescura y ganas de incomodar al personal, Lo cual hace falta, y mucho.

                                                                                                                                          @Mr_Miquelpg

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