Si me gusta el género, creo que esto
es algo que ya habré dicho por aquí alguna que otra vez, es porque
aunque su intención primaria y básica sea siempre el puro
entretenimiento, suele ser en sus obras donde se encuentran las
reflexiones más claras y profundas sobre el género humano, muchas
veces sin que exista una intención directa sobre dicho discurso. Por
un lado encontramos obras que se valen del género para expresar sus
ideas sobre el mundo actual bajo el abrigo de la fábula, mientras
que en frente tenemos la reflexión que crece en los márgenes, fruto
de un proceso tan sencillo como que el horror tiene lugar entre
personajes que son más complejos que simples víctimas y verdugos.
El primer caso es sencillo, lo encontramos en obras de zombies que
nos hablan claramente de la derrota moral de nuestra sociedad, o en
obras de vampiros que no tratan de otra cosa que la sexualidad
reprimida. Siempre me ha gustado pensar que en el horror y la
ciencia-ficción se encuentran los mejores manuales de psicología y
sociología para entender al hombre y su tiempo.
Pero claro, la vida no tiene más
remedio que abrirse camino, le guste al autor o no, así que si su
intención no es crear una obra cerrada y hermética, los personajes
y las tramas terminarán viéndose afectados por la enfermedad de la
humanidad. Tenemos un perfecto ejemplo de este hecho en el cómic
LanternJack, del alemán Martin Frei. En el cómic, Martin
Frei realiza una adaptación libre del mito irlandés de Jack O'
Lantern, un hombre codicioso que consiguió engañar al diablo solo
para que después de morir su alma no fuera aceptada ni en el cielo
ni en el infierno. Tras su muerte, Jack O' Lantern talló un nabo, su
alimento favorito, como una linterna y colocó en su interior un
trozo de fuego que le lanzó el demonio. Posteriormente, las
linternas de vegetales se hicieron populares en Irlanda y Gran
Bretaña, al mismo tiempo que se relacionaba con Halloween.
Posteriormente, la tradición pasó a Estados Unidos, donde debido a
la carencia de nabos y la superproducción de calabazas se convirtió
en un icono mundial relacionado con esa festividad tan relacionada
con el mundo de los muertos.
En LanternJack,
Martin Frei realiza una reescritura del mito añadiendo por un lado
aspectos del folklore gaélico y germánico, que se mezclan con el
cristianismo; y por otro haciendo más compleja la génesis del
propio Jack, así como los motivos que le llevan a retar al diablo y
a conseguir su nueva vida como espectro asusta niños. Y es
precisamente en este enriquecimiento de Jack y su entorno donde la
obra de Martin Frei defiende, quizás sin saberlo, la incomunicación
con una posible fuente tanto de la frustración como del propio mal.
Jack no es un personaje que de entrada se perciba como maligno, ya
que más bien se podría explicar su evolución como una evolución
desde un bruto de buen corazón hasta un hombre cabreado con el mundo
que no sabe muy bien que quiere o necesita. En muchos momentos Jack
nos puede recordar a Ash, el protagonista de la saga Evil
Dead, pero lo cierto es que
aunque el protagonista de LanterJack
comparte con Ash esa chulería tan característica, a la hora de la
verdad Jack es un personaje mucho más débil en el sentido de que el
origen de su bravuconearía se sustenta sobre la soledad y la
incomunicación.
Pero
no nos engañemos, LanternJack
no es una obra sobre personajes que se miran en silencio incapaces de
hablar entre ellos. Martin Frei desarrolla toda una historia de
aventuras y terror con numerosos toques de humor, quizás demasiada
compleja y con un alto número de elementos para su número de
páginas, algo que a veces hace avanzar a la historia demasiado
rápido. En todo caso, lanternJack
es una lectura agradable para cualquier fan del género, ya después
es tarea de cada cual querer sacar lecturas más allá del puro
entretenimiento, que haberlas, las hay.
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