jueves, 17 de enero de 2013

El sótano del primo Barto: Sondas rectales del espacio sideral


La línea que separa la ciencia-ficción del horror puede volverse muy fina en muchos casos, sobre todo cuando la ciencia es la fuente del terror. Para explicar este proceso tenemos un ejemplo perfecto en la conspiranoia OVNI, la cual vivió su época dorada durante la guerra fría, con un leve revival durante la última década del siglo XX gracias a la serie Expediente X. El fenómeno OVNI es difícil de declarar, pues no es simplemente una tendencia artística, sino que puede incluso llegar a considerarse la primera mitología propia de la historia contemporánea, hasta el punto de que muchas veces tiene más sentido que sea estudiada por sociólogos o folkloristas que cualquier experto en obras de ficción.

Como toda conspiración, el fenómeno OVNI es fácil de explicar superficialmente pero difícil de comprender en su inmensidad. En teoría no estamos solos en el universo, ya que somos continuamente visitados por alienígenas, hombrecillos grises. Para nuestra desgracia, estos alienígenas no vienen en son de paz, ya que en lugar del hermanamiento buscan esclavizarnos o destruirnos, todo dependiendo del teórico de la conspiración que escuchemos. Si esto fuera poco, tampoco podemos buscar ayuda en nuestros gobiernos, ya que la mayoría o son marionetas de los alienígenas, sino son directamente alienígenas encubiertos. Así que ante este panorama sólo existen dos posibilidades, o rendirnos aceptando que la resistencia es fútil o convertirnos en un loco solitario luchando contra todos y con el simple objetivo de llevar la verdad a la sociedad, sabedores de que la victoria es imposible.

Pero entonces terminó la guerra fría y la sociedad se transformó, la ciencia cambió el espacio exterior por el ciberespacio y el cambio climático tomó el puesto del peligro nuclear. En ese momento el zombi tomó el lugar del alien y el resto es historia. Hasta hoy, que el guionista Paul Cornell y el dibujante Ryan Kelly han decidido que la conspiración OVNI no está para nada agotada y que hay vida mucho más allá de la parodia y el retro-futuro, como bien demuestran en su cómic Saucer Country. Afortunadamente, el guión de Paul Cornell huye claramente del homenaje a cualquier producto previo de ficción del fenómeno OVNI y crea una obra nueva pero demostrando un notable conocimiento de la conspiración pura, y con esto no me refiero a películas o series, sino a los textos puros: libros escritos por ufólogos en los años setenta o foros de Internet donde nadie conoce el nombre real de nadie.

Por si esto fuera poco, al detallado análisis de los conspiranoicos OVNI reales, se añade otra dimensión con el mismo peso en Saucer Country, la política, concretamente los entresijos privados de la política, con la carrera hacia la presidencia de una joven Gobernadora del estado de Nuevo México. Sin querer desvelar nada, la obra de Paul Cornell y Ryan Kelly cuenta la historia de Arcadia Alvarado, Gobernadora de Nuevo México, que cree haber sido abducida, participando en la trama otros personajes como su exmarido, también supuestamente abducido; un experto en folklore y alienígenas, el cual sufre supuestas alucinaciones; entre muchos otros, con especial interés por toda la fauna política que rodea a la protagonista.

En base a todo esto, Saucer Country podría parecer una obra demasiado teórica, llegando incluso a ser aburrida, pero Paul Cornell consigue precisamente lo contrario, haciendo totalmente suyo el estilo de Vertigo, crea una obra donde el entretenimiento más puro no tiene problemas en convivir con el horror y la diversión. Saucer Country es una sorpresa agradable, un cómic al que me acerqué por mi interés en la ufología sin esperar gran cosa, pero la obra ha supuesto todo un descubrimiento. He de confesar que hasta Saucer Country pensaba que nadie podría volver a ser capaz de utilizar una sonda anal en una vertiente puramente terrorífica, al margen de cualquier broma o parodia.


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