jueves, 28 de marzo de 2013

El sótano del primo Barto: Te cuento un secreto


Si pensamos en el futuro, no podemos más que hacer elucubraciones de lo que está por llegar, ya que nada es del todo seguro y no sabemos que descubrimiento o invención está a la vuelta de la esquina. Además, lo más probable es que nos equivoquemos. Sólo hay que pensar en las fantasías y profecías que dominaban la ciencia-ficción entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado, donde todos nos desplazaríamos en coches voladores y la migración tendría como destino las colonias de la Luna y Marte. Estamos en el año 2013, los coches aún ruedan gracias a la gasolina y hace más de 40 años que un ser humano no pisa la Luna. Se podría considerar que como raza inteligente hemos dejado mucho que desear, estancándonos en un planeta verde y moribundo.

Pero claro, después pensamos en ese aparatito que tenemos en el bolsillo, un utensilio que cabe en la palma de la mano y que nos conecta virtualmente con cualquier otro punto del planeta. El smartphone. Los teléfonos inteligentes no son más que la última innovación de la auténtica revolución que está viviendo la humanidad, la cual no es otra que la implantación de Internet, con conceptos tan extraños y familiares como las redes sociales o la nube. Puede que hayamos fallado a los popes de la ciencia-ficción, pero ni siquiera ellos fueron capaces de imaginar que la humanidad le daría la espalda al Universo y crearía un cosmos propio de unos y ceros, el cual convertiría a todos los humanos en células simbióticas de un único gran organismo. Los teléfonos con pantalla estaban bien como concepto, pero no son nada comparado con la pulsante vida de la red. Aunque claro, como es lógico, al no prepararnos la ciencia-ficción para lo que estaba por venir, no queda más remedio que esperar que Internet sea nuestro fin.

Este no es el planteamiento de The Private Eye, el cómic escrito por Brian K. Vaughan y dibujado por Marcos Martín, no, los autores van más allá. Nos encontramos en el tercer tercio del siglo XXI, cuando Estados Unidos se prepara para celebrar su tercer centenario. La sociedad es algo extraña, al menos a nuestros ojos, ya que no existe Internet, parece que la prensa y la policía son la misma cosa, y todo el mundo oculta su rostro tras una máscara. Este planteamiento puede parecer demasiado extraño, más cercano a una ciencia-ficción fantástica que realista, pero cuando leemos un poco y entramos en conceptos como la intimidad o la privacidad, la historia de Brian K. Vaugham se vuelve totalmente creíble, ya que con unos simples trazos somos capaces de imaginarnos la concepción de dicho cosmos, y la evolución histórica que nos lleva de colgar nuestra vida en las redes sociales a pasearnos por la calle con una máscara. Tan sólo se ha publicado el primer número de The Private Eye, por lo que no podemos más que otear el planteamiento de lo que será una maxiserie de 10 números, pero de momento todo marcha bien. El primer número nos permite adentrarnos en una historia detectivesca al más puro estilo hard boiled, como pueden ser desde los clásicos de Bogart, como El halcón Maltés o El sueño eterno, hasta revisiones más recientes como El último boy scout. Sin embargo, lo más revolucionario de la obra lo encontramos en el universo plasmado por Marcos Martín en base al guión de Brian K. Vaughan.

El colapso que dejó a la humanidad sin Internet no se ha explicado aún, simplemente se han dado unos trazos, los suficientes para que el lector comprenda los propios peligros de la red, haciéndole volver a ser consciente de que la vida humana es un proceso sincrónico, como demuestra el enorme personaje del abuelo del protagonista, una auténtica llamada de atención a toda una generación. Aún es pronto para saber en que terminará The Private Eye, no son más que 32 páginas en formato digital, pero si el desarrollo continúa como en esta pequeña muestra, no se pueden más que esperar grandes cosas de un dibujante que ha demostrado su valía más de una vez, y de un guionista capacitado para contar grandes sagas, como manifiesta esa obra cumbre que es Y, el último hombre.

Por último, señalar la ironía, ya marcada por Brian K. Vaugham en el epílogo, de que un cómic que trata sobre un mundo sin Internet sólo se puede adquirir en la red, además por el precio que cada cual considere justo. En una época convulsa para el cómic, especialmente en el mercado español, iniciativas como The Private Eye demuestran que quizás nos encontremos más ante un cambio de paradigma que ante un Apocalipsis.




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