jueves, 12 de septiembre de 2013

El sótano del primo Barto: Ni lo quiero ni lo rechazo


Si existiera alguna etiqueta para definir un realismo mágico triste y desangelado, sin duda podríamos ponérsela sin problemas a la obra de Daniel Clowes, alguien que por sus obras parece estar siempre a punto de tirar la toalla, pero que sin embargo no lo hace porque hay una inercia invisible y estúpida que le obliga a seguir viviendo una vida que no quiere. Aunque seguramente Daniel Clowes sea un hombre feliz en su casa con su familia, posiblemente hasta tenga alguna mascota. Pero por un momento, mientras leemos alguno de sus cómics, nos dejamos arrastrar a un mundo tan apático y decadente como hermoso, aunque con la belleza de algo que está a punto de desaparecer, que se agarra con todas sus fuerzas a la mera existencia aunque sus fuerzas sean mínimas. En cierto sentido, la producción artística de Daniel Clowes se asemeja a la obra cumbre del realismo mágico, Pedro Páramo de Juan Rulfo, cuando el momento transcendental del cambio no es necesariamente doloroso o traumático pero si lo suficientemente incómodo como para clavarse como una espina en el corazón de sus protagonistas. Al final, del mismo modo que a los personajes de Juan Rulfo les cuesta morirse, aunque sea sin dolor, los hijos en la ficción de Daniel Clowes son incapaces de enfrentarse a la madurez, el éxito, la perdida o el amor, sin dejar parte de su alma en el proceso.

Esto mismo nos encontramos en El rayo mortal, donde el héroe cotidiano y anónimo de Daniel Clowes se ve convertido en un superhéroe con todas las de la ley, incluyendo una fuerza sobre humana y un arma capaz de desintegrar cualquier ser vivo sin dejar ni tan siquiera un montoncito de ceniza. Pero claro, el protagonista de Daniel Clowes, Andy, no es un Peter Parker cualquiera. Al igual que el alter ego del héroe aráncido se había visto obligado a crecer sólo con una figura familiar, su tía May, tras la muerte de sus padres y el asesinato de su tío; Andy vive sólo con su abuelo, aunque su familia se ve diezmada por un enemigo tan mundano e invencible como el cáncer. De este modo, Andy es lo que debe ser, un chico solitario cuyo enfrentamiento y derrota continua frente a la muerte le ha vuelto algo asocial, quizás demasiado cerebral. Por lo que cuando el chico recibe sus poderes no tiene un gran interés en luchar contra el mal, ya que como cualquier persona se ha visto más veces perjudicado que beneficiado por el mundo. Andy no siente que le deba nada a la humanidad, con lo que se limita a utilizar sus poderes para solucionar ciertos problemas de las personas que tiene a su alrededor, sin que quede muy clara la línea entre la justicia y la venganza. Al final es cierto que Andy es capaz de levantar un coche y que se pasea por la ciudad con una máscara y un rayo desintegrador, pero lo cierto es que tiene poco que ver con lo que cualquiera consideraría un superhéroe.

El realismo aplicado a las obras de ficción termina destrozándolas totalmente, pues la mayoría de las veces las obras están confeccionadas para funcionar como metáforas o parábolas, para que la reflexión surja de lo que sugieren y no de lo que son. Si aplicáramos la lógica más fría y racional al cómic de superhéroe sólo podríamos llegar a la conclusión de que es estúpido. Esto no quiere decir en ningún momento que los cómics de superhéroes sean estúpidos, sino que su plasmación en un mundo real lo sería. En cierto sentido es lo que aprendimos con Watchmen, donde Alan Moore nos deja claro que sólo los desequilibrados optarían por la máscara y que la existencia de un solo metahumano haría inservible a toda la humanidad. Esta línea fue seguida al menos espiritualmente por los X-Statix de Peter Milligan, quizás el cómic más resalista de Marvel, donde los héroes no son sombras oscuras y torturadas, sino auténticas estrellas del rock dispuestas a derrocar dictadores sólo si consiguen minutos en prime-time. Evidentemente el Andy de Daniel Clowes no es lo suficientemente poderoso para gobernar el mundo, pero si lo bastante como para ser un juez del resto de sus congéneres, cosa que afortunadamente, como haría la inmensa mayoría, decide no hacer para limitarse a utilizar sus poderes para su beneficio propio. El rayo mortal es una historia más de Daniel Clowes, con superpoderes pero con el trabajo que ha hecho grande al autor, con un superhéroe que no es ni salvador ni villano, simplemente un tío con un pasado, un presente y un futuro.


@bartofg

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