Happy Hooligan
de Frederik Burr Opper es un clásico del noveno arte, y eso es algo
indiscutible. Pero es un clásico de cuando los cómics eran para todos, cuando
me refiero a eso es cuando las historietas eran leídas por niños y por adultos
de cualquier condición social, el único requisito necesario era saber leer. “De
cuando el cómic era para todo y de todos”, y no de un sector que busca en
cierta manera apropiarse de él y que en cierta manera es refrendado por los
medios de comunicación, que cuando hablan del medio solo mencionan a los
superhéroes y a Mortadelo y Filemon, y que en cierta manera apoya cierto
pensamiento del fandom de superhéroes en el cual no tiene cabida otra cosa que
no sea discutir del cambio de traje de un personaje o discutir en torno a la
cronología. Más allá de eso lo otro no existe.
Pero dejando
esos debates de lado hablemos de Frederik
Burr Opper, es uno de los primeros maestros del medio, y es reconocido como el
primero en utilizar de manera sistemática los bocadillos para representar el
habla de los personajes. Pero lejos de esos hitos, que no son pocos, Happy Hooligan (Laertes, 2013) es el
reflejo de la sociedad de principios del siglo XX en el que se evidencia las
grandes diferencias sociales. El protagonista es una especie de indigente, un
ser marginal que tan de moda estuvieron en la cultura popular del momento tan
solo hay que ver a uno de los grandes iconos del cine Charles Chaplin, muy
campechano, que dirían algunos, y que lleva la buena voluntad por ayudar por
delante. El caso es que Happy al igual que sus hermanos, un tanto más
presuntuosos, siempre sale malparado a la hora de echar una mano y desde luego
la solidaridad ciudadana hacia él es inexistente.
Happy
establece un guiño hacia los lectores, es un perdedor nato hijo de una sociedad
capitalista que pretende hacer el bien, es en esencia, aunque creo que el autor
no tuviera la intención de hacerlo, un comic social; pero con forma de comedia,
utilizando el slapstick lo que hace que en cierta manera hace que llegue en una
buena forma aceptable a los lectores de hoy día. Pero dentro de la sonrisa cabe
también la amargura, a Happy se le aplica constantemente lo que en España se conoció
como ley de vagos y maleantes, el ser pobre y no tener un techo bajo el cual
dormir convierte a este personaje en un delincuente, situación que produce
cierto escalofrío al pensar las leyes que se están aprobando en nuestro país.
Ciertamente esta obra circunscrita dentro del imperio de Hearst, es decir, empresario
de la información que promovía un sistema político, social y económico que
hablaba del hombre de la calle pero no del que vivía en la calle convirtiéndose
este en motivo de todas las chanzas de los lectores.
Happy Hooligan
como obra y como personaje es un título a tener muy en cuenta; sin embargo, a
pesar de todo la presente edición de Happy
Hooligan es muy mejorable. En primer
lugar, no se indica si va a ser el primer volumen de una colección o una
antología, no se dice con qué criterio se ha realizado la selección; por otro
lado siendo un cómic del que existen numerosas páginas en color, parece no
haberse respetado dicha característica, y se ha editado todo en blanco y negro;
y en último lugar se hubiera agradecido un prólogo más extenso que situase al
autor de la obra dentro de un contexto histórico y su relevancia, y que fuese
firmado por algún historiador del cómic. En definitiva un título muy
interesante, el cual puede ser sometido a cualquier tipo de lectura
contemporánea pero que muchos hubiésemos agradecido una edición mejor.
@Mr_Miquelpg
@Mr_Miquelpg
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